sábado, 8 de diciembre de 2012

CORAL-Capítulo 12


Resumen de lo anterior:

Autor: Félix Gracia

El abogado llamado por Félix, José María Gutierrez “El Guti”, se ha puesto en contacto con una antigua compañera de carrera, María Puy Barrena, que ahora ejerce como Procuradora en Estella y que no tiene ningún inconveniente en dejarles un despacho de su bufete para que “El Guti” desarrolle las labores de investigación que pretende realizar para esclarecer los detalles de la muerte de Amador el marido de Coral, muerto en la obra, y obtener una compensación económica que pueda aliviar la situación en que han quedado su viuda y dos hijos. María Puy, también acepta, si llegara el momento, representarlos en las causas que tuvieran lugar.

Félix, lleva a Gutiérrez al barrio donde vive Coral para que la conozca y también le presenta al Tío Raimundo que le hace sabedor de la filosofía gitana en su idioma caló. 

Después, acuden a visitar al Sr.Echeverría de “Construcciones Villatuerta”. Gutiérrez le mete el miedo en el cuerpo al Sr. Echeverría, le dice que va a necesitar a su abogado y acuerda una cita con ellos, con el albañil de la subcontrata Andrés Bacaicoa, con Mariano Andueza, su encargado, que empleó al difunto Amador y con los compañeros que estaban trabajando con él el día del accidente. Como la reunión es para la tarde, Félix, lleva a comer a Gutiérrez a un restaurante muy nombrado de Estella, donde el Sr. Letrado da buena cuenta de lo mejor de la gastronomía de tierra Estella. Bien comidos y justamente bebidos, un poco antes de la hora establecida, se presentan en el bufete de María Puy que los recibe cariñosamente y les enseña las  instalaciones donde van a trabajar.

Entramos a un cuartito que tenía al lado de su despacho, una especie de sala de juntas o reuniones con una mesa ovalada y varias sillas.
 
-Aquí en esta sala podéis trabajar tranquilamente y recibir las visitas. Si me necesitarais para lo que fuera contar conmigo. ¡Ahí os dejo!

Nada más quedarnos solos, lo primero que hice fue preguntarle a Gutiérrez el por qué María Puy le decía “Guti”:

-Se cae por su propia lógica, querido amigo. En el instituto era “el gordo”, para ti “el Fati” y en la universidad lo de Gutiérrez no les sonaba bien y me quedé con lo de “Guti”

Posteriormente, Gutiérrez,  con parsimonia abrió su cartera, la colocó sobre la mesa y saco su estilográfica de tajo de oro y los folios donde había ido anotando algún apunte. Después, limpió con un pañuelo blanco las lentes de culo de botella de sus gafas, y cuando de nuevo las tuvo colocadas sobre sus ojos vivarachos, distribuyó meticulosamente las sillas alrededor de la mesa y a continuación me dio instrucciones al respecto:

-Tú, “bien peinaó”, calladito. Ya sabes el dicho: Ver, oír y callar. Solamente metes baza cuando yo te lo permita o escuches que alguno de los citados cuenta algo que no es lo que a ti te haya dicho anteriormente. ¡A por ellos, los vamos a joder! ¡Ah y otra cosa! Tú abres la puerta cuando llamen, no va a abrir la “señora” Procuradora. Los primeros que lleguen los dejas en la entrada. Yo, los iré llamando y al Sr.Echeverría y a su abogado, que llegarán más tarde, los pasas directamente a nuestro cuarto, que es de imaginar que para entonces se haya quedado libre. ¡Hala, vamos!

Los primeros que llegaron, Andrés, Mariano y Kilino fueron pasando separadamente por los “interrogatorios” a los que les sometió meticulosamente el “Fati”. No tuve que intervenir en ninguno de ellos pues le contaron lo que a mí ya me había dicho anteriormente y no aportaron nada nuevo, como no fuera la mala hostia, por volverles a preguntar, Gutiérrez, las mismas cosas. Como tampoco eran muy habladores, enseguida nos deshicimos de ellos y se marcharon. A las seis de la tarde llegó el Sr. Echeverría, puntualmente, con su abogado el Sr. Lasa Goñi y los pasé al despacho, tal como habíamos quedado. En el Sr. Echeverría noté un cierto nerviosismo pero tampoco quise darle más importancia. Presentó su abogado a Gutiérrez, quien a su vez les invitó a sentarse en las sillas dispuestas al efecto. El primero en romper el fuego fue el Sr. Lasa Goñi:
-¡A ver Sr. Gutiérrez que es lo que tiene que decirnos! Me hace acompañar a mi cliente el Sr. Echeverría a esta reunión precipitada, que usted ha preparado con toda impunidad, e imagino que será para comunicarnos algo importante no para escuchar tonterías.
-Considero, que lo que le voy a decir y proponer es demasiado importante y por ese motivo les he hecho venir. Así que no andaré con rodeos y voy a ir directamente al grano - contestó Gutiérrez y continuó- Los hechos son los siguientes: “Construcciones Villatuerta” es una empresa debidamente dada de alta, cuyo gerente y propietario es D. Ignacio Echeverría. En su día “Construcciones Villatuerta” solicitó del Ayuntamiento de Estella la licencia de obra preceptiva para la construcción de tres edificios de pisos, la cual le fue dada.

 En la ejecución de las diferentes labores el Sr. Echeverría contrató al albañil llamado D.Andrés Bacaicoa para que le realizara a destajo la colocación del ladrillo caravista en la fachada de uno de los edificios de pisos, trabajo que encomendó a una persona de su confianza, D. Mariano Andueza, quien buscó la ayuda de dos gitanos Kilino y Amador. Este último tuvo la mala fortuna de caerse del andamio y matarse.

 Pero se dan las circunstancias que D. Andrés Bacaicoa es un albañil que de albañil solo tiene el nombre, pues trabaja por libre en chapuzas y no está dado de alta en ningún régimen, y carece de cualquier tipo de seguro, con el agravante de que las personas que se mueven a su lado tampoco las tiene dadas de alta ni aseguradas, como es el caso de Mariano, Kilino y Amador. Es de imaginar que el Sr. Echeverría conocía la situación en que se encontraba el Sr. Bacaicoa y su forma de actuar y que a su tiempo tendría que liquidar en pesetas los destajos hechos. 

Todo estaba bien si no pasaba nada. Se ahorraba unas cantidades importantes de dinero y tenía cuatro personas menos  sin dar de alta en su empresa, sin nóminas y con los consiguientes beneficios. Pero la cosa se torció, y pasó lo que pasó: un accidente en la obra, un gitano que se cae del andamio, se mata y deja una viuda y dos hijos pequeños en la máxima indigencia. Escuchen bien ahora, Sr. Echeverría y Sr. Lasa, voy a iniciar un proceso civil contra el Sr. Echeverría por los daños causados por infracción de normas distintas a  la relación laboral y voy a pedir responsabilidades también, las que les puedan corresponder, al Sr. Bacaicoa y al Sr. Andueza.

Inmediatamente el Sr. Lasa saltó de su asiento como movido por un resorte diciendo:

-Usted, Sr. Gutiérrez, está de la cabeza. ¡No diga más majaderías! No sabe ni por donde le da el aire, usted desvaría…

-Si hace el favor, déjeme seguir, ¡No me importune! Después de que hable, diga usted lo que tenga por conveniente…-afirmó Gutiérrez-

-¡Perdón! siga usted…

El Sr. Echeverría estaba descompuesto por lo que acababa de escuchar y su rostro dibujó un rictus extraño, mientras su mirada quedaba muy fija en la cara de sorpresa de su abogado Sr. Lasa Goñi. Después de la interrupción, Gutiérrez continuó con su manifiesto:

-No me mal interpreten, señores Lasa y Echeverría, no tengo ningún interés especial en llevarlos a los tribunales, pero si no hubiera otro remedio sí que lo haría. Sé que el juicio lo ganaría porque tengo argumentos suficientes para hacerlo y por eso les propongo una alternativa que de soslayo insinué al Sr. Echeverría en nuestro anterior encuentro. Les propongo que le den un dinero a la familia del gitano muerto, Amador, en concreto a su viuda y a sus dos hijos. Nos ahorraríamos abogados, procuradores, costas del juicio y la indemnización que dictara el Sr. Juez, a pagar por el Sr. Echeverría; y que, por supuesto, iba a ser mayor que la cantidad que yo les voy a proponer. 

-¿Cuál es la cantidad de la que se supone estamos hablando? –preguntó con rapidez el Sr. Echeverría-

-El importe a reintegrar, y dado el daño causado, sería del orden de un millón de pesetas –respondió con toda normalidad, Gutiérrez, como no dándole importancia a la cifra.

Todos, se quedaron de piedra y durante unos instantes se hizo un silencio sepulcral, roto por la contestación del Sr. Echeverría:

-Sr. Gutiérrez, usted se olvida que el gitano se cayó del andamio porque estaba borracho. El único culpable de su accidente es el mismo gitano. Mariano Andueza, me ha puesto al corriente y creo  que también, según me ha informado, se lo dijo en su día a su representado Félix y hoy se lo habrá confirmado a usted en la entrevista que ha tenido con los obreros, antes de la nuestra. Trabajando con él gitano muerto estaba el otro gitano, Kilino, que igualmente confirmará y se lo habrá dicho, que Amador se presentó, la mañana del accidente, borracho.

-¡Sí, así ha sido! Pero lo de borracho subido al andamio hay que demostrarlo y su responsabilidad para la gente que trabaja para usted y que usted paga, de ninguna manera la puede eludir. Así que tendrá que apechugar con lo que le salpique.

Los tonos de la conservación se habían subido de volumen y para apaciguarlos intervino el Sr. Lasa Goñi, con este criterio:

-¡Calmarse todo el mundo! El Sr. Gutiérrez ha hecho la exposición de lo sucedido de la forma que le ha parecido más conveniente para los intereses que defiende y nos ha ofrecido una alternativa, ¡que no se hable más! Vamos a estudiarla y le daremos una contestación, una contra-oferta o lo que sea. Si no llegamos a un acuerdo, en los tribunales nos veremos las caras ¡No pasa nada! Sabemos a qué atenernos y damos por terminada la reunión. Tendrán noticias nuestras lo más pronto posible en un sentido o en otro. ¡Buenas tardes!

El Sr. Echeverría quiso intervenir, pero su abogado, Sr. Lasa, adivinó la intención y le aconsejó:

-Ignacio, no digas nada más. ¡Hemos acabado!

Todos abandonaron el despacho y acompañamos a la salida “a nuestros invitados”. El Sr. Lasa Goñi, al atravesar el pasillo, llamó a la puerta del despacho de María Puy, de la que no habíamos necesitado que interviniera en la reunión, y muy educadamente se despidió de ella. María Puy, interesada por lo sucedido en la reunión, nos preguntó:
         
-¿Qué tal ha ido? ¿Qué impresión tenéis?

-No ha podido ir mejor –contestó Gutiérrez- Los tengo acojonados y sobre todos, al Sr. Echeverría. Esta noche le va a costar conciliar el sueño. Estoy seguro que rehusarán pleitear y que pagarán. No sé qué cantidad, pero pagarán. ¡Ya lo veréis…!y de contento que estoy, sabes que te digo, María Puy, pues que te invito a cenar 

-¡Acepto la invitación con mucho gusto, pero dame un poco de tiempo para que me arregle. ¿Qué te parece si me pasas a buscar a las nueve de la noche?

-Aquí estaré con una puntualidad inglesa, pero no necesitas arreglarte mucho. ¡Tú estás siempre extraordinaria! 

-¡Gracias por el piropo, “Guti”!

Nos fuimos del piso de María Puy, para darle tiempo y dejar que se pusiera guapa, y como Gutiérrez tendría que pernoctar, nos encaminamos a la pensión donde yo me alojaba para que le dieran una habitación. No hubo mayor problema, aunque el “Fati” me descubrió sus cartas: 

 -Será difícil que hoy use la habitación, pero…por si acaso…

 -¿Que dices, “Fati? ¿Qué le ronda a tu inmensa cabecita?

Sin cortarse un pelo, contestó:

-Voy a usar mi sex-appeal para tratar de conquistar a María Puy y llevarla al huerto. Después de la cena y tomar alguna copita espero que nuestra situación, después de lo de Zaragoza, llegue a su cenit y pase la noche con ella en su casa.

-Me dejas asombrado “Fati” ¡Qué valiente eres! Si vas a resultar un mujeriego y yo sin enterarme.

Estaba dormido profundamente cuando unos golpes suaves y repetidos se escucharon en la puerta de mi habitación. Al abrirla me encontré con el “Fati” en no muy buenas condiciones de estabilidad.

 -¿Qué tal te fue, “Fati”?

-Me he enamorado “bien peinaó”. ¡Todo ha ido bien! Vengo a contártelo.

-Pues no veo yo que te haya ido tan bien si vienes a dormir tan pronto, o es que ¿ha amanecido ya?

-Para mí ha amanecido esta noche. ¡La quiero!, “bien peinaó”

-¿Pero… a quién quieres? 
 
-A quién va a ser ¡tontolaba! A María Puy. ¡Qué mujer...! ¡Me ha encantado! Hemos pasado una velada inolvidable.

-¡Eres un "gordo" romántico “Fati”! ¿Y cómo así, que no te has ido a dormir con ella como presumías…?

-Era una fanfarronada y hay que dar tiempo al tiempo. Y ahora me voy a dormir ¡solo, solito! como siempre pero sin mi osito, que no me lo he traído,…y porque estoy un poquito “pedo”. ¡Adiós! 
-¡Qué descanses, “gordo”!

Al día siguiente, esperé en mi habitación a que el “Fati” se espabilara y viniera a llamarme. Hacia las nueve volvió a pegar en la puerta.  Tenía muy buen aspecto y se presentó sonriente: 

 -¿Qué hay “Don Juan”? –le dije-

-¡Bien, Félix! Tengo un ligero “clavo” pero ahora desayunando me tomo una aspirina y como nuevo. ¡Vamos a ver, colega! Yo tengo que irme para Logroño porque tengo hoy un juicio a la una. Si hay alguna contestación por parte de los señores Echeverría o Lasa, se pondrán en contacto telefónico conmigo, porque para eso les entregue mi tarjeta de visita. Si así sucediera vendría para aquí “echando leches”. Tú, ¿Qué planes tienes…? ¿Te quedas o tienes que volver a la oficina?

-De momento, me quedo “Fati”

-¡Muy bien, entendido! Pues…te voy a mandar una tarea, quiero que te persones en la obra, imagino que ya habrán empezado a trabajar, y hables con el personal que forma parte de la plantilla de “Construcciones Villatuerta” y les sonsaques alguna otra información que te puedan dar sobre el accidente de Amador.

-¡Descuida, “gordo” que así lo haré. ¡Buen viaje y hasta pronto! ¡Nos vemos o nos hablamos!

En el momento en que Gutiérrez puso en marcha su pequeño bólido, yo, me dispuse a caminar y llegar al nuevo barrio donde “Construcciones Villatuerta” estaba haciendo los pisos. El candado del cierre de la valla estaba retirado y dentro del edificio se escuchaba el ruido de gente trabajando. Di unas voces y a mi llamada acudió Fermín el cual se  presentó como el encargado de la constructora. Después del saludo de rigor y de informarle de quién era, pasé directamente al objetivo para el que me mandaba mi amigo Gutiérrez:

-Y dígame, Fermín, ¿me puede contar algo del día en que el gitano cayó del andamio y se mató?

- Es poco lo que puedo contar. Ya sabe que en el exterior del edificio únicamente estaban trabajando en la colocación del caravista, Mariano, que es el hombre de confianza de Andrés Bacaicoa, un gitano que se llama Kilino, según me han informado, y el otro gitano, el que se mató, Amador ¿No? Yo, estaba con los de mi plantilla en el interior del edificio en otros trabajos.

 Alguno de ellos, oyó un grito, un gran ruido y salimos para enterarnos de lo que pasaba. Nos encontramos con el gitano en el suelo con un gran golpe en la cabeza y en un charco de sangre. Sus compañeros dijeron que había subido bebido al andamio y que se había caído. Que su responsable lo había mandado que se fuera a su casa pero que él no le hizo caso. Vimos que todavía respiraba y Mariano fue al bar de carretera para avisar a la ambulancia. Cuando la ambulancia lo trasladaba al hospital, parece ser, que murió. Mandé a un obrero a que diera la noticia al Sr. Echeverría y seguimos trabajando hasta mediodía.


  Los contratados por Andrés Bacaicoa dejaron de trabajar y se fueron para sus casas. Mi plantilla volvió por la tarde para completar la jornada y entonces apareció toda la prensa y no nos dejaban hacer nada con tanta pregunta, así que volví a mandar un nuevo recado al Sr. Echeverría que ordenó parar la obra hasta nuevo aviso.

-¿Y… no vio algo, Fermín, que llamara su atención?

-Lo que le he contado es lo único que presencié.

-Me haría el favor de entrar adentro y preguntar al resto de los obreros suyos si observaron alguna cosa, yo, me quedo afuera esperándole.

Fermín accedió al interior del edificio del que salió, al cabo de un rato, diciéndome:

-¡Lo siento! Nadie vio, ni sabe nada y los que vieron algo, ya no van a aparecer por aquí, porque el Sr. Echeverría me ordenó que no dejara pasar a la obra ni al Sr, Bacaicoa ni a ninguno de los que el empleaba. Los despidió a todos, después de lo sucedido no quería más complicaciones, según me dijo.

Cuando ya me disponía a dar por cerrada mi visita a la obra, un camión de una empresa de ladrillo de Calahorra, se puso a hacer maniobras para entrar en ella. Transportaba una carga muy completa de ladrillo para hacer tabiques. Decidí esperar a que aparcara y a que los obreros de Construcciones Villatuerta” comenzaran las labores de descarga. Cuando las hubieron empezado y el chófer bajó de su cabina, le abordé preguntándole:
 
-¿Suele hacer, periódicamente, descargas de ladrillo en esta obra?

-¡Si, señor! Aquí he venido con varios viajes.

-¿Está al corriente de que en esta obra se mató una persona…?

-¡Cómo no voy a estar…lo del gitano… ha sido muy comentado! y más le voy a decir, ese día, cuando pasó el suceso, yo estaba en esta obra para descargar un viaje de ladrillo. No habían salido todavía a descargarlo y yo  estaba por aquí afuera esperando, cuando vi, como el andamio se desprendía y el gitano caía al vacío con un montón grande de ladrillos caravista que debía estar colocando. 

El gitano, al principio, caía dentro del andamio y trataba de sujetarse, pero enseguida salió despedido por un lateral y cayó al suelo de cabeza. El pobre se llevó un golpe de ¡órdago a la grande! Yo lo vi estaba todavía vivo pero tenía la cabeza destrozada.

-Pero usted está seguro de lo que dice… ¿Qué se desprendió el andamio? ¿Qué el gitano no cayó por sí mismo por alguna negligencia…?

-Le digo que el andamio se desprendió que yo estaba aquí, le repito y así lo vi. Y el gitano claro que se cayó pero porque el andamio donde estaba subido, voló.

Fermín, el encargado, que como alguno de los obreros también le estaban escuchando, confirmó que efectivamente el camionero ese día había estado con un viaje de ladrillo. Lo que acababa de escuchar cambiaba la versión que hasta entonces habían dado el resto de implicados, unos aseveraban que se había caído del andamio sin más y otros que estaba borracho y por eso se cayó. Este último personaje, el camionero, cambiaba la versión ya que confirmaba según sus palabras, "que el andamio se había desprendido". Esto era, ahora, completamente distinto.

-Y… ¿cómo puede desprenderse un andamio? –pregunté a Fermín que se había quedado con la boca abierta-

-Es bastante difícil porque se revisan que estén bien sujetos pero puede haberse producido algún fallo. ¡No sé!

-Fermín, -le pregunté-cuando tú saliste del interior de la obra, con otros obreros, al escuchar el grito y ruido, ¿no te fijaste en cómo estaba el andamio?  ¿Si estaba arriba subido o en el suelo hecho trizas por el golpe junto al resto de material, ladrillos, cubeta de mortero y demás herramientas que estaba soportando...?

-¡No la verdad, que no! Menudo cuadro teníamos a la vista como para fijarnos en otras cosas. Un pobre muchacho con la cabeza destrozada y desfigurada por el golpe. Solo me fijaba en eso y en que de momento, aunque con dificultad, todavía alentaba.

-Fermín, aquí no hay rastro ni de andamio ni de material ni de la sangre del gitano, esto lo habéis limpiado por lo que veo, quieres preguntar quién lo ha hecho.

-No faltaba más. A ver ¿quien ha limpiado esta mañana por aquí afuera?

Uno de los obreros contestó que había sido él y la primera labor que había hecho nada más llegar al ver el charco de sangre, porque no era nada agradable para nadie. Fermín, entonces, le preguntó:

-¿Había algún andamio roto en el suelo? Y…ladrillos, herramientas, la caldereta…

-¡No, nada! Solamente la sangre como le he dicho -respondió el obrero-

-Fermín, ¿tenéis algún sitio donde se retiran los trozos de las maderas que serráis, las tablas inservibles o los postes no aprovechables?

-¡Sí, claro! Los retales de madera se recogen y se usan, cuando se necesitan, para hacer una buena lumbre.

-Y… ¿podíamos ir al sitio donde dejáis esos residuos? 

-Ahora mismo, no hay ningún inconveniente

...continuará.

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