Conforme se van sucediendo los acontecimientos, Félix, cree oportuno llamar a un abogado, amigo suyo y antiguo compañero de estudios, para que pueda hacerse cargo del asunto que se presenta más enrevesado de lo que en un principio parecía y según se desprende de las averiguaciones que Félix ha venido realizado con Ángel el hermano de Coral . José María Gutiérrez, que así se llama este abogado, atiende la llamada y acude a Estella poniéndole Félix al día del asunto. En los pocos días que Félix ha pasado en Estella, Ángel le ha facilitado un acercamiento a Coral y la pareja ha vuelto a confesarse su amor , aún a pesar del tiempo transcurrido...
Mientras yo hablaba, Gutiérrez había tomado alguna nota en los folios y enseguida me dijo:
- ¡La hostia! En menudo lío me vas a meter y encima de gitanos. ¡Que no nos pase nada! ¡Veremos cómo salimos de esta! No quisiera desanimarte, Félix, pero el asunto como te anuncié por teléfono cuando me llamaste, está jodido, ¡muy jodido! Lo primero que voy a hacer es tratar de llegar a un acuerdo amistoso con los principales actores que, para mí, son la constructora y el albañil de la subcontrata, porque es bien sabido que más vale un mal arreglo que entrar en pleitos. Luego, ya se irá hablando con los demás. Conmigo, en Zaragoza hizo la carrera una chica de aquí de Estella que se llamaba María Puy… ¿cómo se apellidaba la jodida? A ver… ¡Sí, ya recuerdo! Barrena, Maria Puy Barrena. ¿Desde dónde podemos llamarla?
-Aquí en este bar sí que tienen teléfono porque me ha parecido ver el letrero ese de “Teléfono público”, pero estarías mejor si la llamas desde la centralita de la sucursal de la Telefónica, Aquí hay mucho ruido entre los autobuses, los viajeros y los vendedores de barquillos y golosinas. Además, la centralita está muy cerca y allí te pueden buscar en la guía, el número de teléfono de María Puy.
Una vez localizado el teléfono de María Puy, desde la centralita, Gutiérrez, marcó su número:
-¿María Puy Barrena…? Soy Gutiérrez, José María Gutiérrez Morán, el de Logroño. ¿Te acuerdas? Sí…que hicimos la carrera juntos en Zaragoza. El gordo…sí. ¿Cómo te va? ¡Oye…y enhorabuena! Porque ya me dijeron otros compañeros de profesión que habías obtenido el título de Procurador de Tribunales, en este caso Procuradora, y que estás colegiada ahí en esa zona.
Después de unos breves instantes en los que estuvieron hablando de otras cosas, Gutiérrez le preguntó:
-Oye, María Puy, es que me han encargado un caso, aquí en Estella, un amigo que hizo el bachillerato conmigo y que es de la merindad… ¡Ya te contaré con más detalles! A “groso modo” se trata de la muerte de una persona por accidente en una obra de unos pisos en construcción… Si tenemos que ir a los tribunales desearía que fueras tú la persona que representara nuestros intereses, pero trato por todos los medios de llegar a un acuerdo amistoso entre las partes, antes que litigar, y conseguir una indemnización para la viuda y sus dos hijos. Voy a tener que entrevistarme con varias personas y abusando de nuestra amistad había pensado si tú me podías dejar un despacho de tu bufete para citarlas ahí… ¿Qué dices…? Dices que sí, ¿que no tienes inconveniente? ¿Y que también aceptas representarnos? Pues… ¡perfecto! La calle es Julio Ruiz de Alda número 24, según estoy leyendo aquí en la guía, ¿no? ¿Y las horas que te vendrían mejor? Por la tarde… ¡sí! que a las mañanas tienes juzgado y las tardes las pasas en el bufete. Pues de acuerdo, ya me pasaré por ahí a primera hora de esta misma tarde y a ver si consigo citar para las cinco o las seis a las personas implicadas y ¡oye! María Puy agradecido. ¡Hasta luego!
Cuando colgaron, Gutiérrez me declaró:
-¡Ya verás que chavala más profesional y más maja! Todavía no me explico cómo no me enrollé con ella en la Universidad. ¡Estuve a punto!
-Pero… ¿Qué sigues, “Fati”, soltero?
-¿Y quién se va a hacer cargo de este gordo papudo y gafoso, “bien peinaó”? Soltero, y así me veo para toda la puta vida. Y ahora, sigamos con el trabajo. Con los de la constructora te entrevistaste, según me dijiste, y sabes donde tienen las oficinas ¿no?
-¡Sí, claro!
-¡Pues vámonos para allá, Félix!
-Me perdonarás, “Fati”, pero yo creo que debemos ir sobre el mediodía, que es cuando la otra vez localizamos Ángel y yo al gerente y dueño de la empresa.
-¿Y quién coño es el Ángel, ese?
-Es el hermano de Coral que me ha facilitado mucho las cosas y que me ha acompañado en todas las andanzas. Es vendedor ambulante de tejidos en los mercados. Nos caemos bien y junto a otro hermano que tienen que se llama Mauricio, son los únicos de esa familia de gitanos que me han admitido entre ellos. Yo, creo que ahora debíamos de ir al barrio de Coral para que la conozcas.
-¡Tú mandas, Félix! Si eso te parece, eso hacemos. ¿Qué… vamos andando o cogemos el seiscientos?
-El barrio está debajo del Puy, no está lejos pero mejor nos desplazamos con el auto y luego acudimos a la entrevista con “Construcciones Villatuerta”.
-Y tú “bien peinaó”… ¿te fías de que vayamos con el coche a un barrio con gitanos? Lo mismo me lo desguazan y no me dejan ni las ruedas.
-¡No será para tanto, hombre! Ya pediremos a algún gitanillo de la familia de Coral que nos lo vigile.
Llegamos con el seiscientos a la casa de Coral y aparcamos lo más cerca que pudimos de su puerta, por si las moscas, e inmediatamente se la presenté a Gutiérrez:
-Coral, este mi amigo José María Gutiérrez, el abogado que te dije iba a contactar con él para que nos echara una mano en los asuntos legales. Ha venido y aquí está.
-¡Mucho gusto en conocerlo! –Saludó Coral- Ya le habrá explicado Javier el “poblema” tan grande que nos “a’caío” encima ¡A ver qué se puede hacer! Y que Dios se le pague.
“El Fati” se quedó impresionado de la belleza gitana de Coral y por lo bajo me dijo:
-A mi me extrañaba que te hubiera dado el enamoramiento por una gitana, pero ahora lo entiendo, ¡cabronazo! ¡Vaya ojo que tienes! Es muy guapa. Y aunque es un poco rara hablando, ha sabido expresarse con claridad ¡Dios se lo pague! me ha recalcado, y se ha quedado más ancha que larga, con lo que deduzco que el pobre Gutiérrez, aquí, no va a cobrar ni una peseta por sus honorarios.
-Tú, no te preocupes “Fati” que de la minuta me haré cargo yo, y Coral no te lo ha dicho en ese sentido. No saques las cosas de contexto…
-¡Es una broma coño! Félix, ya sabes cómo soy.
En la chabola de Coral no había mucha gente. Únicamente estaban ella, el tío Raimundo y una gitanilla más joven a la que mandó que saliera para vigilar el coche. A los churumbeles se los había llevado su abuela a darles un paseo. Le expliqué al “Fati” quien era el tío Raimundo y no comprendía porque le decíamos tío siendo a la vez el abuelo de Coral. Me armé de paciencia y como pude le hice sabedor de que se le decía tío entre la gente gitana, porque era la persona mayor, la de más experiencia y la de más respeto entre ellos, que era lo que nosotros los payos denominábamos el patriarca, el que llevaba el bastón de mando. Me acerqué a la lumbre a cuyo calor estaba sentado y le dije:
-Tío Raimundo, le voy a presentar a un amigo mío de Logroño, que es abogado y ha venido también para ayudarnos…
-¿De Logroño…? Allí tengo yo gentes que a lo largo de mi vida he conocido por los sinandós (lugares) que hemos “andaó” vagando, que chamullaban apuchelar (decían vivir) debajo de un perpeñí (puente) de hierro. Y qué dices ¿que está “abobao” como el Mauricio nuestro?
-¡No, tío Raimundo! Quiero decir, que es de profesión abogado, de esos que en los juicios de los payos, salen con unas batas largas negras y se dedican a defender a las personas de las acusaciones que les hagan. Los que saben de leyes, que usted ya habrá estado alguna vez en un juicio.
-Nosotros los tíos somos los que hacemos que se cumplan las leyes gitanas que nuestros antepasados nos enseñaron. ¡Sí!.. Ya estuve en un juicio de payos contra gitanos y no me gustó “ná” Nuestras diferencias las arreglamos entre nosotros y si tienen que hablar las churis (navajas), pues ¡eah! Y ojo por ojo y diente por diente.
Gutiérrez, me miraba entre asombrado y asustado por lo que oía y comentó:
-¡Joder! con el señor magistrado que alegato nos ha soltado… ¡Caray!
El tío Raimundo estrechó su mano y le preguntó:
.-¿Siñela usted caló?
Gutiérrez, con toda naturalidad le contestó:
-¿Si tengo calor? ¡Sí! hace mucho calor aquí.
Coral y yo, nos miramos y empezamos a soltar carcajadas. El tío Raimundo seguidamente de corrido le desgranó:
-Mira que te penelo, el caló no sabemos dónde villilamos, ni adónde najamos, ni del gao, adónde vamos, el único que lo chanela siñela, nuestro batimují que nos camela.
Coral procedió a traducirlo,
-Lo que el tío Raimundo te ha querido decir es: primero “si hablas caló” y luego, “Mira que te digo, el gitano no sabe de dónde venimos ni dónde vamos ni del pueblo a dónde vamos, el único que lo sabe es nuestro Dios que nos quiere”
Gutiérrez, que aún estaba más impresionado, le contestó:
-Pues, ¡cojonudo! Lo que usted diga tío Raimundo
Se acercaba la hora de ir a las oficinas de “Construcciones Villatuerta” y abandonamos la estancia de Coral. Gutiérrez le dio una pequeña propina a la gitanilla que había vigilado su flamante “haiga” y hacia allí nos dirigimos. El Sr. Echeverría se encontraba en las oficinas y la rubia de gafas (la señorita Pili), después de una corta espera, nos hizo pasar. El Sr. Echeverría nos recibió atentamente y enseguida nos preguntó:
-¿Como así, ustedes otra vez por aquí...? ¿Cómo les han ido sus gestiones…?
-¡Bueno, en ello estamos! Pudimos localizar a Andrés Bacaicoa, el albañil que le hace chapuzas y que en su obra de los pisos estaba poniendo el ladrillo caravista, que usted le había encargado, y nos informó que el trabajaba sin darse de alta ni él ni sus obreros, que no tenía seguros de ningún tipo y que no quería saber nada del asunto. ¡Perdón!, antes de seguir, quisiera presentarle a la persona que me acompaña. Es mi abogado José María Gutiérrez.
El “Fati” y el Sr. Echeverría se dieron la mano y el “Fati” ya no me dejó que continuara hablando. Directamente se fue a por él:
-Sr. Echeverría, lamento decirle que está usted metido en un lío muy gordo y mi cliente, aquí presente, me ha pedido que inicie las acciones judiciales que crea precisas. Como para litigar siempre hay tiempo, mi opinión es que hablemos antes y lleguemos a un acuerdo amistoso.
-¿Me está sugiriendo que lo del acuerdo amistoso se refiere a una cantidad de dinero…? ¿Trata Sr. Gutiérrez de hacerme un chantaje…?
-La palabra chantaje, que ha pronunciado, es muy fuerte y no es la apropiada. Trato sin más que negociemos y lleguemos a un acuerdo que sea satisfactoria para ambas partes. ¿Por qué no llama a su abogado que le puede asesorar y nos reunimos nuevamente?
-¿A mi abogado…? Pero, ¡qué dice!
-Dada la situación, creo que es lo más sensato –replicó Gutiérrez-
Malhumorado y a regañadientes el Sr. Echeverría buscó en su agenda el número de teléfono de su abogado y se comunicó con él. Oímos como le exponía el asunto y cuando terminó nos dijo:
-Mi abogado está de acuerdo en lo de la reunión para conocer más detalles. He quedado con él para que acudamos a su despacho a las seis de esta tarde. ¿Les parece bien?
-La hora sí pero el lugar no –Contestó Gutiérrez, lacónicamente- Tengo una colega aquí en Estella, María Puy Barrena, Procuradora, con quien hemos llegado a un acuerdo de representación, y que nos deja su despacho situado en la calle Julio Ruiz de Alda, número 24 y prefiero que la reunión la hagamos allí, porque antes, a las cinco, voy a citar a otras personas: al albañil y a los dos trabajadores que se encargaron de poner el ladrillo caravista. Si no le importa, vuelva a llamar a su abogado y le consulte si le viene bien el cambio del lugar de la reunión. También se ocupe usted, Sr. Echeverría, de mandarle recado, con algún operario, al referido albañil, Andrés Bacaicoa y éste, a su vez, que se las entienda para localizar a los dos trabajadores que estaban en la obra con el difunto Amador. Los quiero a todos en el bufete de María Puy Barrena a las cinco de la tarde.
Mucho más cabreado y soplando, el Sr. Echeverría volvió a llamar a su abogado informándole del cambio que había. Al parecer, al abogado le daba igual un sitio que otro y dio su aprobación señalando que ya conocía a la Procuradora María Puy Barrena y el gerente así nos lo manifestó:
-Me dice que no hay problema, que si lo prefieren así, pues así.
-¡Perfecto! –Contestó Gutiérrez- ¿Y, por saberlo, cuál es el nombre de su abogado y donde tiene el bufete?
-Se llama Tomás Lasa Goñi y el bufete lo tiene en el Paseo de la Estación, número19.
Gutiérrez abrió su cartera y anotó los datos que le acababan de proporcionar y se despidió con un:
-A la hora acordada, allí estaremos.
Antes de despedirnos el Sr. Echeverría pasó por el despacho de la señorita Pili y ordenó de mala gana:
-Ahora, cuando venga Fermín, y antes de que se vaya a comer, que acuda a casa del albañil Andrés Bacaicoa y le dé el recado que sin duda habrá oído, porque siempre, usted, tiene el oído muy fino y se entera de todo; que se presente a las cinco, ¡sin falta! –y elevó la voz- con los otros dos que trabajaban con el gitano que se mató, en las señas que anotadas en un papel ahora le voy a pasar.
Nos hallábamos muy cerca del bar-restaurante “Casa Cachetas” y como Gutiérrez era de buena mesa y mantel, con el ánimo de reponer fuerzas hacía allí dirigimos nuestros estómagos. Nos acomodamos en una de sus pequeñas mesas individuales y nos atendió una señora que “cantó” las viandas preparadas en sus cocinas. A Gutiérrez oyendo aquella letanía de manjares la boca se le hacía agua y fue el primero en concretar que deseaba comer:
-Empezaré con unas alubias blancas del pueblo ese que ha dicho –había pronunciado Abárzuza- y luego me va poner un platito ligero de ajoarriero, otro platito, también escaso, de cordero al chilindrón; de postre un flan casero y un café solo.
-¿Y tú…? –me dijo a mí-
-Yo…una borraja con patatas y una trucha de esas que ha dicho del Ega con jamón, de postre nada y un cortado.
-¿Y de beber que les pongo, tinto, clarete…? Son de la casa y están muy ricos.
-Pónganos clarete, para que aquí mi acompañante compruebe la calidad de nuestros vinos navarros que no tienen nada que envidiar a los de su tierra La Rioja.
-Será ése que has pedido tú, porque a nuestro tinto no hay hijo de buena madre que le meta mano. ¡No me confundas, “bien peinaó”!
La señora, que nos dejó impresionados porque no había tomado nota de la comanda en ningún papel, se trasladó a la zona de la cocina. Después apareció portando una jarra de vino que puso sobre la mesa. Inmediatamente, Gutiérrez, se sirvió un buen vaso y comentó:
-¡Ah es un rosado!
-¡No, “Fati”, es un clarete!
-¡Hoy que joder! y… ¿cuál es la diferencia?
-La diferencia es que el clarete se elabora con uvas tintas y blancas y la fermentación se hace con la piel de la uva. El rosado se elabora con uvas tintas a las que se deja macerando antes del prensado para que el mosto tome color. El mosto una vez filtrado se fermenta. Pero hay bodegueros que el rosado lo hacen de una manera más rudimentaria, a partir de vinos tintos mezclados con vinos blancos.
-¡La hostia! señor enólogo “bien peinaó” –Gutiérrez lo dijo con guasa- ¿dónde ha aprendido usted tanto?
-He tenido oportunidad de visitar varias bodegas de aquí de la zona navarra y en una de Andosilla, concretamente, nos lo enseñaron con todo detalle, aunque también en alguna otra nos lo dijeron por ser algo que la gente confunde normalmente.
Comimos divinamente y nos quedamos un rato haciendo hora y charlando un poco de todo mientras apurábamos, por supuesto, la jarra de clarete y los dos cafés. Gutiérrez, pidió la nota y se empeño en pagar:
-Déjame que te invite, Félix. No te preocupes por el importe que ya lo incluiré en mi minuta con los gastos de viaje que he tenido y los desplazamientos varios por esta bonita ciudad.
-¿Serás capaz, “Fati”?
-¡Es una broma, joder! No te pongas nervioso que siempre entras como la presa al señuelo.
Con tiempo suficiente llegamos al portal del número 24 de la calle Ruiz de Alda, donde María Puy tenía instalado su centro de trabajo. Eran sobre las cuatro de la tarde y decidimos ir tan pronto, porque el “Fati” quería, además de hablar un rato con su colega, después de tanto tiempo, explicarle todo el asunto y luego preparar un poco la entrevista con las personas a las que había citado. Tocamos el timbre de una puerta del primer piso que tenía un sencillo letrero con el nombre y el oficio de María Puy. Al abrirnos la puerta se dieron un abrazo:
-¡Ay “Guti”! tú por aquí, que alegría me has dado cuando me llamaste por teléfono y ahora que te veo en persona. Veo que no has cambiado nada, sigues igual.
-¡No te andes con rodeos, Maria Puy, y dilo alto y claro “igual de gordo”! ¡Que no pasa nada! Yo a ti te veo muy bien ¿te has cortado el pelo, no? Antes llevabas la melena larga y ahora corta.
-¿Te casaste, tienes familia…?
-De momento sigo soltera y sin compromiso, “Guti” ¿Y tú?
-Yo igual que tú. ¿Y cómo estás de trabajo?
-Voy poco a poco. Estella es una plaza donde hay bastantes abogados y las gentes de por aquí y de la merindad siempre recurren a los más viejos, que ya tienen nombre y fama. Me imagino que lo mismo te pasará a ti en Logroño. Nos ven un tanto novatos.
Y ¡calla! que yo me defiendo algo más al ser Procuradora, pero ¡vamos! no me puedo quejar.
-Lo mismo me pasa a mí. ¡Qué razón tienes! ¡Ah se me olvidaba, que no os he presentado! Éste que me acompaña es mi querido amigo de la época del Instituto, Félix. Es la persona que ha solicitado mis servicios para el asunto que nos ocupa y que ahora te ampliaré en todos sus puntos.
María Puy nos enseño las habitaciones del piso donde según nos explicó también vivía. Era un piso reducido y muy modesto con pocos muebles en su decoración. Su despacho era el sitio más amueblado. Varios jarrones con flores reflejaban el toque de una mano femenina y le proporcionaban un ambiente muy acogedor.
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