lunes, 21 de noviembre de 2011

CORAL -Capítulo 7º

Autor:Félix Gracia

Resumen de lo anterior:

Félix, recibe en Logroño la visita inesperada de Mari Carmen con la que pasará un fin de semana lleno de amor y pasión. En su último encuentro, Mari Carmen, se da cuenta de que Félix sigue enamorado de Coral, a la que no olvida; y de que sus estrategias no han servido para que Félix quiera iniciar una relación formal con ella. Serán sinceros y mostrarán, ambos, sus opiniones. Finalmente, Mari Carmen, ante lo que ha oído, saldrá precipitadamente y sin despedirse del piso de Félix…


Continuación…

En julio de 1965, me incorporé a la vida militar. El período de instrucción y campamento lo hice en Araca-Vitoria y después de los tres meses preceptivos, me destinaron como soldado a un cuartel de Vitoria, capital, en donde permanecí hasta mi licenciamiento que fue el 31 de agosto de 1966.

Había pasado todo este tiempo sin haber visto a Coral. Tenía alguna noticia de ella que me dieron sus “primas” de Estella, una vez que, por casualidad, me las encontré y les pregunté, pero de eso hacía unos años. En aquella ocasión, me manifestaron que yo le he había hecho “mucho mal” y que todos en su familia trataban de que me olvidara; que seguía en Tafalla. Les pregunté que por donde vivía y se negaron a darme información, diciéndome que no lo sabían.

Viajé repetidas veces a esa ciudad pero sin ningún resultado. Me cansé de vagar por sus calles, riberas del río, por todos los sitios y nada. Otra vez volvía a desaparecer, se la había tragado la tierra.

Daba a la gente pelos y señales por si podía conseguir alguna pista pero todo resultaba inútil. Recordaba nuestra última despedida en el pueblo y sufría. ¿Me habrá olvidado...? –Me preguntaba- A cada momento del día pensaba en ella. No podía olvidarla. La seguía queriendo y mucho. Estaba desesperado, decaído y nostálgico. Lo de Mari Carmen había sido bonito pero fugaz y pasajero.

Terminada la “mili” retomé nuevamente mi trabajo en la oficina. Aprovechando un fin de semana fui al pueblo a visitar a mis padres. De vuelta, me encontraba en la estación de autobuses de Estella para hacer el viaje de regreso a Logroño.

A la altura de la pastelería “La Mallorquina”, vi como se aproximaba una gitana joven con la cabeza cubierta por un pañuelo que llevaba de la mano una niña y envuelto en un chal negro lo que parecía ser otra criatura. La miré descaradamente y el corazón me dio un vuelco.

-¿Si me parece Coral…? –Me dije, a mi mismo-

-¡No, no puede ser, estoy delirando…! –Me contesté-

-¡…Sí, sí que es! –quería confirmarlo-

Cuando pidió limosna a otros viajeros cercanos, extendiendo su mano y oí su voz, pensé que aquella era mi Coral. Me acerqué no obstante, para salir de la duda si la había, mientras mi pobre corazón palpitaba a toda velocidad. Por momentos pensaba que me iba a estallar o producirme una taquicardia. Noté cómo se me aflojaban las piernas y que al resto de mi cuerpo le entraba un ligero temblor. Me aproximé algo más. No podía equivocarme.

Después de tanto tiempo sin verla debía de estar seguro y… ¡Sí! ¡Sí, era ella! La encontré algo cambiada y desmejorada, sin duda el tiempo acontecido se cobraba su tributo. Estaba algo más delgada y demacrada pero la notaba hecha ya toda una mujer. Aquellos bonitos y encantadores ojos estaban ahora cansados y rodeados de unas grandes ojeras. La abordé y entablé conversación, saludándola:

- Hola Coral, después de unos años sin saber nada de ti al fin te encuentro, ¿Cómo estás?

- Hola Félix, yo bien y ¿tú? –Contestó con indiferencia-

No hizo ninguna mención de acercarse, parece que quería poner una distancia entre nosotros, y ante esa frialdad yo tampoco me atreví a besarla y abrazarla, aunque lo estaba deseando.

- Bueno, vamos tirando. –respondí-

-¿Qué ha sido de tu vida? –le pregunté de nuevo-

-Mis “primas” de Estella ya me dijeron que “tabías interesaó” por mí. Después de un tiempo en Tafalla, me trajeron aquí y cumpliendo la promesa que mi familia dio, me casé con el Amador.

Me quedé helado y un gran nudo se me hizo en la garganta. Mi Coral, se había casado. El mundo se me vino encima y todas mis ilusiones se desvanecieron. Pasado un tiempo, en el que no pude articular palabra y en el que únicamente me había dedicado a mirar detenidamente a los críos, le pregunté:-Y éstos ¿quiénes son?

-Son los dos hijos que he tenido con el Amador

La niña era preciosa con el cabello negro y ensortijado. Se parecía enormemente a su madre. Agarrándola cariñosamente del brazo le indagué:

-¿Tu, cómo te llamas y cuántos años tienes?

La niña se echó para atrás y fue a esconderse en las traseras de su madre. Coral la giró diciéndole:

-No te “escuendas” y dile a este payo que es monró (amigo) de tu madre, cómo te llamas y los años que tienes.

Con una sonrisa picarona, al fin se decidió a contestarme, pero a medias:

-Me llamo Coralín…

Al ver que no se arrancaba a decir la edad, Coral, intervino:

- Pronto le toca cumplir los cuatro años.

-Y… la criatura que llevas envuelta en el chal que es ¿chica también?

-¡No!, es un chinorré (bebé niño) tiene cinco meses y se llama como tú, Félix.

Coral descubrió su chal, enseñó el bebé que llevaba cubierto, algo rubio y gordito, y me explicó:

-El Amador, no quería que le pusiera ese nombre pues se imaginaba el por qué. Me costó “cantiá” convencerlo, pero al final accedió, cuando le dije que yo lo había “pario” y que al próximo, si lo teníamos, le llamara como a él le diese la gana.

Conforme fuimos conversando, observé que la actitud de frialdad con que al principio me recibió Coral, había ido cambiando.

-¿Qué tal te trata Amador? –le pregunté-

-Al principio de juntarnos bien, ahora mal. A los churumbeles no les hace mucho caso. Se ha puesto a trabajar de “arbañil”. Vivimos en una casita vieja debajo del Puy y el Mauricio está con nosotros pero las piernas le han ido a “pior” y está algo más langó (cojo). Él cuida de los churumbeles, me ayuda mucho con ellos y hasta se acuerda de ti. Cuando tenía la foto nuestra, que luego el Amador me la rompió, te apuntaba con un dedo y se encogía de hombros como preguntando qué sería de ti. Sí que guardo las cartillas de lectura y escritura que me distes.

-Si tu marido trabaja ¿porqué sigues pidiendo?

-Al Amador le va mucho la juerga y en cuanto cobra se gasta el parné. Me entrega poco de lo que cobra y con los dos chavales el gasto es mucho y así pidiendo llevo una ayuda para poder ir tirando “p’alante” y tú… ¿tienes novia ó te has casado?

-No, estoy en Logroño, acabo de cumplir la “mili” y trabajo en una oficina. Siempre te estuve esperando a ti.

-Pues, ya ves, Félix, no ha “podio” ser. El destino es el que manda.

-Mira, Coral, aún guardo el amuleto que me diste de metal y tu foto que no me canso de mirar.

-Y yo bien “escondío” todo del amor que tú me entregaste payo mío, mi Félix, que nunca lo olvidaré. ¡Es pa” mí!, ¡mío “pa” siempre! y jamás saldrá de mi corazón.

Inesperadamente, Coral, se acercó a mi cara y besó mis labios, después acarició mi rostro y quiso secar con su mano unas lágrimas que se me escapaban. A continuación, trató de tranquilizarme diciendo:

- ¡No llores, no llores amor mío!

Escribí en un papel el número de teléfono del trabajo y con la voz entrecortada por la emoción aún pude decirle:

-En este papel te he escrito el número de teléfono de la oficina donde trabajo, por si alguna vez necesitaras ponerte en contacto conmigo por cualquier motivo. ¡Llámame! ¡Hasta siempre! ¡Adiós! ¡Te quiero!

Me monté y ocupé mi asiento en el autobús con el corazón desgarrado. A través de la ventanilla vi como Coral, con sus niños, se alejaba de mí y presentí que esa era la última vez que nos veíamos. Mi amor de juventud. Mi primer y gran amor.

 El autobús inició su marcha. Una viajera llevaba encendido un radio-transistor que emitía una melodía que yo conocía muy bien, la canción de “Ansiedad”, cuya letra y estrofas, a la vez que las escuchaba, iba desgranando en mi memoria:

“Ansiedad, de tenerte en mis brazos

Musitando palabras de amor

Ansiedad, de tener tus encantos

Y en la boca, volverte a besar.

Tal vez estén llorando mis pensamientos

Mis lágrimas son perlas que caen al mar

Y el eco adormecido, de este lamento

Hace que estés presente en mí soñar.

Quizás estés llorando al recordarme

Y estreches mi retrato con frenesí

Y hasta tu oído llegue la melodía salvaje

Y el eco de la pena de estar sin ti.

Ansiedad, de tenerte en mis brazos

Musitando, palabras de amor

Ansiedad, de tener tus encantos

Y en la boca, volverte a besar.”

Comenzó a llover…

 Continuará…



Clikar abajo, para escuchar ,esta bonita canción de su autor "Nat King Cole"



1 comentario:

  1. aaaayyyy!!!!!!!! incluso a mi se me rompió el corazón!!!!!!!!!! pobre félix!!!!!!!! :(

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