Autor :Félix Gracia
Resumen de lo anterior:
Félix, con ayuda de Ángel (hermano de Coral) ha comenzado sus indagaciones en Estella, para dar con las oficinas de Construcciones Villatuerta, de su gerente Sr.Echeverría, y del albañil Andrés Bacaicoa al que dieron el trabajo, en subcontrata, de la colocación del ladrillo cara vista, en el exterior de los pisos en construcción donde por accidente se mató el marido de Coral, Amador.
José María Gutiérrez Morán había estudiado conmigo en el Instituto antes de hacer la carrera de abogado. De aspecto grueso y bajo le apodábamos “El Fati” por el personaje aquel de las películas mudas y usaba gafas con cristales de “culo de botella” (de aumento).
Buen estudiante y encima empollón. Los años que coincidimos en el Instituto tuvimos una muy buena amistad que se fue diluyendo cuando él salió a estudiar la carrera fuera de Logroño y ya no coincidíamos tanto. Terminada la carrera que la sacó con brillantez, instaló su bufete en Logroño y habíamos tenido la oportunidad de vernos en alguna ocasión, en la que me ofreció, como buen amigo, sus servicios para cuando me fuera necesario. Ahora me había acordado de él y sus servicios los podía necesitar.
La telefonista ordenó con voz de sargento chusquero:
-Señor, su conferencia con Logroño, pase a la cabina tres. Lo tiene al habla.
-Gutiérrez, ¿qué tal estás? Soy Félix, el navarro de cerca de Estella ¿te acuerdas de mí del Instituto? –le dije-
-Como no me voy a acordar navarrico, si eras el mejor peinado de toda la clase y el más flaco. ¿Te acuerdas?, cuando nos veían juntos nos llamaban “El Gordo y El Flaco”… ¡Ja, ja ja!
-¡Es verdad! Cabrón… ¡Ja, ja, jaaaa!
-¿Qué te pasa, Félix? Algo te ocurre cuando tú te pones en contacto conmigo después de tanto tiempo. ¿Has dejado embarazada a alguna moza y te niegas a casarte?
- ¡De eso nada!, pero necesito de tus servicios, Gutiérrez. ¡Escucha! Un conocido mío ha tenido un accidente en una obra con resultado de muerte y ha dejado viuda y dos hijos. No tenía ni papeles, ni seguro, ni nada. El albañil, que lo empleó como peón, no tiene creada empresa ni está dado de alta pues trabaja en subcontratas, encubierto, para la empresa titular donde realizaban los trabajos, que sí está legal. Según dice uno de sus compañeros, estaba borracho y se cayó del andamio. Queríamos buscarle una indemnización. Esto a grandes rasgos ¿Cómo lo ves?
-Pues como lo voy a ver, ¡jodido! Te he entendido ¿que estaba borracho? Pues, ¡peor me lo pones! Pero ¡bueno! para eso estamos los abogados.
-¡Oye!, Gutiérrez, tendrías inconveniente en venir a Estella y hacerte cargo del caso. Cuando llegues ya te daré más detalles.
-Estoy con un par de pleitos de por medio pero evalúo que éste tiene más urgencia, así que voy a ver cómo me las arreglo y acudo lo antes que pueda. Llámame otra vez mañana y te doy la contestación.
-¡De acuerdo, Gutiérrez, ¡hasta mañana!
-¡Adiós chaval!
A mediodía y acompañado siempre por Ángel, llegamos al barrio de Lizarra y entramos a su chabola para recoger a Coral e irnos a comer el puchero que habíamos acordado. Sin dejarnos entrar, Coral, preguntó:
-¿Como han ido las cosas?
-Hemos “estao” con unas gentes y chamullando. “nos’amos enteraó” que con el Amador trabajaba otro gitano que se llama Kilino –le constestó su hermano-
Al oír esto, Coral, asomó en su rostro un ligero rubor y nos aclaró:
-Amador, tenía un monró que se llamaba así, igual es ése Kilino, pero nunca me dijo que currelara con él.
-Nos han dicho que vive en Katanga y allí iremos para localizarlo –le dije-
-La Emilia vive en ese barrio y ella nos puede informar- añadió Coral-
Sin ningún otro comentario, Coral se puso a darles algo de comer a Coralín y a Felisín. Cuando terminó de hacerlo, se los dejó al cargo de Juan de Dios y de Remedios, diciéndoles que nos íbamos a la chabola de Ángel, que la tenía muy cerca en el mismo barrio.
-¡Éste es mi chabolo primo! ¿Qué te parece?
-Está muy bien y lo veo amplio –Que le iba a decir, que era un sitio inmundo como el de Coral y que me hacía de cruces como podían vivir allí-
-El chabolo era del bató de la Yurena. Cuando nos casamos vivíamos, según la costumbre gitana, con la suetí (familia) del tío Raimundo todos “ajuntaos”, pero al ponerse enferma la chinday (madre) de la Yurena y necesitar de continuo sus cuidados, no quedó otro remedio que venirse “pa’cá”. Aquí estuvimos unos años con su batipuró, batipurí, hermanos y otros romañis. ¡Una tribu bien grande! Los abuelos la diñaron y los hermanos se najaron. Ahora solo quedamos en el chabolo sus padres y nosotros. Como han “cambiau” las maneras, antes siempre “ajuntaos”, ahora los payos nos han enseñado que cada cual tiene que hacer su vida. Y estos son mis tres chorreles (hijos): Israel el mayor que tiene once años, la Yemina que tiene ocho y la Samira que tiene seis. Las chabis (niñas) son más buenas pero el chabal es “mu” chore (muy malo). Van a las escuelas de aquí al lado, del Puy, pero “obligaos” porque queremos que sepan de estudios, que no les pase como a nosotros que no tuvimos más escuela que la vida misma y andando siempre errantes de un sitio para otro, perseguidos por la justicia, maltratados por los payos.
Yurena, interrumpió a Ángel en su información, diciendo:
-El puchero ya está. ¡A comer!
El puchero lo colocó en el centro de una mesa llena de mugre que tenía una pata coja, y que Ángel tuvo que calzar. Nos colocamos todos a su alrededor y Yurena repartió unas cucharas antiguas que incluso podían ser de plata – a saber, de donde habrían salido- Arrimaron unas sillas –el que pudo se sentó, el resto comió de pie- y fuimos metiendo las cucharas en la misma olla en un orden bien llevado. El contenido de la olla era unas “papas” flotando en un caldo colorado y acompañadas de unos garbanzos y alubias perdidas entre algo de verdura. ¡Se podía comer! –Para ellos era un plato muy especial- Los críos bebieron agua de un botijo y los mayores pudimos regar las “papas” con unos tragos de vino que le dimos a una bota. Ángel se fumó unos cigarrillos mientras hacíamos el reposo de la comida y nos narraba andanzas suyas por los mercados y de cómo camelaba a las payas para poderles vender. Los críos tenían que regresar a la escuela para cumplir el horario de tarde y dijo para terminar aquel rato ameno:
-La Yurena y yo, vamos a llevar a los churumbeles a la escuela que siempre hay que llevarlos “vigilaos” porque el mayor se escapa y luego nos dicen en la escuela que lo van a disquisijar (despachar) si falta de continuo o se porta mal. ¡Tiene cojones! Me están “tol” tiempo avisando que vaya, que si se ha “pegao”, que no hace “ná”. Me vuelven majara y ellos no quieren ir a la escuela porque los payos les tratan mal, no quieren “ajuntarse” con ellos. Luego, vamos a coger la furgoneta DKW y la Yurena se va a venir conmigo a retirar del muelle de “Transportes Sainz Hnos.” unos bultos de género que me mandan “pa” vender en los mercados. El bató de la Yurena se irá, como siempre, a dar una vuelta y ver los animales que tiene en una cuadra cercana y por la rumí (mujer) no os preocupéis que ya habéis visto que está siempre en la cama, no se levanta y ni come, ni chamulla, ni “ná”. ¡Pronto la diñará! Así que ahí os quedáis solos para que podáis hablar de vuestras cosas y luego pasaré yo a buscarte, Félix. –Ángel, con malicia me guiñó un ojo-
Se marchó todo el mundo y nos quedamos solos. Coral se asomó a la habitación donde tumbada continuaba la mujer gitana. La vio adormecida y tomándome de la mano me pasó a un cuarto de al lado donde pudimos sentarnos encima de una cama y comenzamos a hablar:
-Félix, ¡amor mío! no sabes las ganas que tenía de poder estar a solas los dos un rato y poder desahogarme contigo. ¡Qué soy “mu desgraciá mi arma”! ¡Lo que estoy pasando…! Menos mal que has “venio” para ayudarme, ¡menos mal! Nunca voy a dejar de agradecértelo. En estos momentos es cuando más te necesito mi payo del alma y por eso te llamé. Gracias a que el Ángel me animó “pa” que lo hiciera porque no teníamos a quien recurrir en este suceso tan “complicao”. Nosotros no entendemos de las leyes de los payos y aunque el Ángel anda con ellos por los mercados no tiene los estudios tuyos ni tampoco sabe los pasos que hay que dar.
-Coral, yo de leyes tampoco entiendo nada y por eso me he puesto en contacto con un amigo mío que es abogado para que nos asesore en lo que hay que hacer para reclamar un dinero por la muerte de Amador.
-Te voy a decir, Félix. Dudaba en llamarte porque “coprendía” que lo nuestro estaba como “dormecío” y que si lo hacía te “coprometía” y se podía despertar. Nunca te olvidé y en la manera que yo pude te seguí queriendo con locura. Pensaba mucho en ti porque tú me diste algo ¡payo mío! Me robaste el corazón, “bandío” cuando yo era muy jovencita y te lo entregué pero… por nuestras costumbres me tuve que “ajuntar” con el Amador y cumplir la promesa que mis mayores dieron a su familia, luego vinieron los churumbeles y cada vez me sentí más atada y sin escapatoria posible. ¡Te sigo queriendo amor mío como aquel primer día!
Aquella declaración de amor que Coral me hacía me llenó de satisfacción y escucharla premiaba mi espera de tanto tiempo. Mi contestación no se hizo esperar:
-Y yo a ti, ¡gitana mía!
La abracé y besé sus labios, después la tumbé muy lentamente sobre el lecho y yo me coloqué a su lado. Cuando ella, apasionadamente me besó repetidas veces, la puse encima de mi cuerpo y nos fundimos en un largo abrazo.
El barrio de “La Merced” popularmente conocido como “Katanga” estaba situado a las afueras de Estella, en el margen derecho de la carretera que conduce a Pamplona y muy cercano a las orillas del río Ega. El barrio lo formaban un grupo de edificios de poca altura con unos pisos muy sencillos. Lo habitaban cantidad de gitanos y otras gentes de condición muy humilde. Le apodaban así a raíz de la revuelta y del follón que se había preparado en el Congo, cuando Katanga, una de sus provincias sureñas, declaró su independencia y su enemistad con el entonces actual presidente de la república congoleña Lumumba. Incluso, por entonces, sacaron una canción titulada “¿Qué pasa en el Congo?” Su letra decía, más o menos, así:
-“¿Qué pasa en el Congo…?
Que blanco que pillan lo hacen mondongo.
Lumumba Katanga, Katanga Lumumba
Menuda mandanga que tiene el gachó…”
Cuando Ángel regresó, dejó a Yurena en su casa y Coral se fue a la suya. Montamos en la chatarrosa furgoneta DKW que había sido de color blanco en su juventud y que se caía a trozos. La trasera estaba llena de cachivaches que me imaginé eran para montar el puesto en los mercados y de género como buzos, batas, delantales y ropa interior metidos en cajas de cartón. Le costó arrancar y una vez que lo hizo, siguiendo las indicaciones que Coral nos había dado llegamos al piso de la Emilia en “Katanga. Le preguntamos por el gitano Kilino, a quién, según dijo, conocía del barrio y nos informó de que si se encontraba sin trabajo, estaría por la plaza del barrio reunido con otros gitanos. No tardamos en localizar un grupo de gitanos que sentados en un banco y en animada jerga se fumaban unos cigarros. Ángel se adelantó hacia ellos y les preguntó:
-¿Quien de vosotros es el Kilino?
Uno de los gitanos, flaco, de melena negra y con una cicatriz en la cara se levantó:
-¡Yo soy Kilino! ¿Quién os manda?
-Nos manda la Emilia, pero venimos por el asunto del gitano muerto en accidente en la obra en la que tú también trabajabas. Tú eras amigo del Amador, ¿no? Quieres contarnos ¿qué es lo que pasó para que se matara?
-¡Pues no pasó “ná”! de “revelancia”. Sencillamente que el Amador se presentó borracho como una cuba en la obra y el que estaba al mando de nosotros, un payo, Mariano, le dijo que en esas formas no subiera al andamio a poner ladrillo, que se fuera “pa” su chabola. El Amador no le hizo caso y se quedó sentado un rato en el suelo y nosotros seguimos a nuestro curro. Cuando se espabiló algo, el Mariano le dijo que fuera al bar de la carretera y se bebiera un café solo bien cargado con sal y a ver si se le pasaba. Pero después, de una hora o así, volvió a aparecer en la obra diciendo que había vomitado y que estaba como nuevo y que no se le salía de los cojones el marcharse “pa” su chabola, que necesitaba seguir trabajando porque si no lo hacía le descontarían parné (dinero) de la semana…Así que se subió al andamio, Mariano lo elevó y al rato oímos un grito y vimos como se caía desde el tercer piso. La hostia que se pegó fue de campeonato. Vimos que alentaba y el Mariano avisó a la ambulancia que se lo llevó al hospital. Luego nos dijeron que la había espichaó… A Amador lo conocía de siempre, antes de mas jóvenes íbamos juntos, luego nos distanciamos.
A la mujer de Amador, la conozco poco; sí que la tenía vista por la obra en varias ocasiones que fue buscando a Andrés o a Mariano para pedirles adelantos, porque andaban de parné “mu” mal. El Amador en cuanto cobraba, se gastaba muchas pesetas porque le iba “cantiá” la juerga. En una ocasión que estaba el Amador de baja por enfermedad, vino su mujer a cobrar los días de la semana que había trabajado. Si coincidía con Andrés se entendía con él y si no le dejaba el recado a Mariano que alguna vez también he visto que le daba dinero.
Abandonamos “Katanga” y nos dispusimos a retornar a Estella. Las versiones del accidente, o lo que sabían de él, que nos habían dado las cuatro personas, que de alguna manera se habían visto implicadas en el suceso, coincidían en su mayor parte. A mí me asediaba el presentimiento de que tenía que haber algo más en todo esto. No tenía ningún motivo para dudar de lo que hasta la fecha nos habían contado ni tampoco fundamento para poder sospechar otra cosa, pero no sé el porqué la duda me asaltaba. Además a mí me habían llamado para ayudarles en el tema principal que era ver como estaba la situación laboral de Amador y encontrar la forma de que su familia pudiera recibir una indemnización por el accidente. Lo demás era buscarle el cascabel al gato.
A la mañana siguiente, volví a la sucursal de Telefónica y puse dos conferencias con Logroño: una a mi oficina explicándoles que iba a demorar mi reintegro al despacho por complicaciones surgidas, y la otra, tal como había quedado, a Gutiérrez:
-¿Qué tal “Fati”? ¿Cuándo puedes venir?
-¡Ahora mismo me pongo en viaje, bien “peinao”!
-¿Cómo quieres que quedemos?
-Tú me dirás, conozco muy poco Estella.
-¿Vienes en el autobús?
-¡Venga, Gutiérrez! No me hagas el artículo y déjate de coñas que ya veo que sigues con tu buen humor. ¿Qué te parece si aparcas en la estación y quedamos en el bar? El que antes llegue que espere al otro.
-Ignoro si será el sitio adecuado para dejar mi vehículo expuesto a las miradas envidiosas de la multitud y si reunirá el lugar las mínimas condiciones de seguridad, pero ¡Vale! En hora y media me pasas a buscar.
-¡Eres un cachondo “Oliver”, hasta luego!
! Adiós, “Stan”!
A la hora convenida me presenté en la plazoleta de la estación de autobuses sin la compañía de Ángel que se había ido con Yurena a hacer un mercado. Sentado y apoyado en una mesa del bar estaba la oronda figura de Gutiérrez metiéndose para el cuerpo una cazuelita de callos y a su lado, y recostada en el asiento de una silla, una hermosa cartera negra de cuero con ataduras de correas. Dejó de masticar, se limpió con la servilleta de papel y tomando un sorbo de vino tinto, extendió su mano y me saludó:
-¿Qué tal, Félix?
-¡Muy bien, José Mari! ¿Y tú…?
-¡Joder! Que serios nos estamos poniendo que hasta nos tratamos con nuestros nombres de pila. ¡La hostia! –contestó el “Fati” y preguntó:
-¡A ver, bien “peinao”! ¿Qué vas a tomar?
…continuará
Andrés Bacaicoa, les da el nombre de Mariano Andueza (pariente de su mujer) como la persona de confianza que tenía en esa obra, y que se encargaba de contratar gitanos para trabajar en ella sin papeles.
Localizado Mariano Andueza, les informa de que efectivamente él tenía en la obra a dos gitanos, a un tal Kilino y al fallecido Amador, que se accidentó y mató por subir borracho al andamio y en contra de la prohibición que él le había dado, viendo su lamentable estado..
Ante el cariz que han tomado los acontecimientos y lo enrevesado que está el asunto, Félix, cree ha llegado la hora de pedir el asesoramiento legal de un abogado…
José María Gutiérrez Morán había estudiado conmigo en el Instituto antes de hacer la carrera de abogado. De aspecto grueso y bajo le apodábamos “El Fati” por el personaje aquel de las películas mudas y usaba gafas con cristales de “culo de botella” (de aumento).
Buen estudiante y encima empollón. Los años que coincidimos en el Instituto tuvimos una muy buena amistad que se fue diluyendo cuando él salió a estudiar la carrera fuera de Logroño y ya no coincidíamos tanto. Terminada la carrera que la sacó con brillantez, instaló su bufete en Logroño y habíamos tenido la oportunidad de vernos en alguna ocasión, en la que me ofreció, como buen amigo, sus servicios para cuando me fuera necesario. Ahora me había acordado de él y sus servicios los podía necesitar.
La telefonista ordenó con voz de sargento chusquero:
-Señor, su conferencia con Logroño, pase a la cabina tres. Lo tiene al habla.
-Gutiérrez, ¿qué tal estás? Soy Félix, el navarro de cerca de Estella ¿te acuerdas de mí del Instituto? –le dije-
-Como no me voy a acordar navarrico, si eras el mejor peinado de toda la clase y el más flaco. ¿Te acuerdas?, cuando nos veían juntos nos llamaban “El Gordo y El Flaco”… ¡Ja, ja ja!
-¡Es verdad! Cabrón… ¡Ja, ja, jaaaa!
-¿Qué te pasa, Félix? Algo te ocurre cuando tú te pones en contacto conmigo después de tanto tiempo. ¿Has dejado embarazada a alguna moza y te niegas a casarte?
- ¡De eso nada!, pero necesito de tus servicios, Gutiérrez. ¡Escucha! Un conocido mío ha tenido un accidente en una obra con resultado de muerte y ha dejado viuda y dos hijos. No tenía ni papeles, ni seguro, ni nada. El albañil, que lo empleó como peón, no tiene creada empresa ni está dado de alta pues trabaja en subcontratas, encubierto, para la empresa titular donde realizaban los trabajos, que sí está legal. Según dice uno de sus compañeros, estaba borracho y se cayó del andamio. Queríamos buscarle una indemnización. Esto a grandes rasgos ¿Cómo lo ves?
-Pues como lo voy a ver, ¡jodido! Te he entendido ¿que estaba borracho? Pues, ¡peor me lo pones! Pero ¡bueno! para eso estamos los abogados.
-¡Oye!, Gutiérrez, tendrías inconveniente en venir a Estella y hacerte cargo del caso. Cuando llegues ya te daré más detalles.
-Estoy con un par de pleitos de por medio pero evalúo que éste tiene más urgencia, así que voy a ver cómo me las arreglo y acudo lo antes que pueda. Llámame otra vez mañana y te doy la contestación.
-¡De acuerdo, Gutiérrez, ¡hasta mañana!
-¡Adiós chaval!
A mediodía y acompañado siempre por Ángel, llegamos al barrio de Lizarra y entramos a su chabola para recoger a Coral e irnos a comer el puchero que habíamos acordado. Sin dejarnos entrar, Coral, preguntó:
-¿Como han ido las cosas?
-Hemos “estao” con unas gentes y chamullando. “nos’amos enteraó” que con el Amador trabajaba otro gitano que se llama Kilino –le constestó su hermano-
Al oír esto, Coral, asomó en su rostro un ligero rubor y nos aclaró:
-Amador, tenía un monró que se llamaba así, igual es ése Kilino, pero nunca me dijo que currelara con él.
-Nos han dicho que vive en Katanga y allí iremos para localizarlo –le dije-
-La Emilia vive en ese barrio y ella nos puede informar- añadió Coral-
Sin ningún otro comentario, Coral se puso a darles algo de comer a Coralín y a Felisín. Cuando terminó de hacerlo, se los dejó al cargo de Juan de Dios y de Remedios, diciéndoles que nos íbamos a la chabola de Ángel, que la tenía muy cerca en el mismo barrio.
La morada de Ángel era algo mayor que la de Coral y tenía unas separaciones de ladrillo y madera y también algunos muebles más y unas cuantas camas. El fuego no estaba en el suelo pues disponía de una cocina de leña donde se calentaban varios pucheros. Se podía apreciar que Ángel manejaba algo más de dinero y que su situación era mejor que la de su hermana.
Cuando estuvimos dentro, Ángel habló:
-¡Éste es mi chabolo primo! ¿Qué te parece?
-Está muy bien y lo veo amplio –Que le iba a decir, que era un sitio inmundo como el de Coral y que me hacía de cruces como podían vivir allí-
Ángel siguió haciendo de guía y continuó dándome las explicaciones concretas:
-El chabolo era del bató de la Yurena. Cuando nos casamos vivíamos, según la costumbre gitana, con la suetí (familia) del tío Raimundo todos “ajuntaos”, pero al ponerse enferma la chinday (madre) de la Yurena y necesitar de continuo sus cuidados, no quedó otro remedio que venirse “pa’cá”. Aquí estuvimos unos años con su batipuró, batipurí, hermanos y otros romañis. ¡Una tribu bien grande! Los abuelos la diñaron y los hermanos se najaron. Ahora solo quedamos en el chabolo sus padres y nosotros. Como han “cambiau” las maneras, antes siempre “ajuntaos”, ahora los payos nos han enseñado que cada cual tiene que hacer su vida. Y estos son mis tres chorreles (hijos): Israel el mayor que tiene once años, la Yemina que tiene ocho y la Samira que tiene seis. Las chabis (niñas) son más buenas pero el chabal es “mu” chore (muy malo). Van a las escuelas de aquí al lado, del Puy, pero “obligaos” porque queremos que sepan de estudios, que no les pase como a nosotros que no tuvimos más escuela que la vida misma y andando siempre errantes de un sitio para otro, perseguidos por la justicia, maltratados por los payos.
Yurena, interrumpió a Ángel en su información, diciendo:
-El puchero ya está. ¡A comer!
El puchero lo colocó en el centro de una mesa llena de mugre que tenía una pata coja, y que Ángel tuvo que calzar. Nos colocamos todos a su alrededor y Yurena repartió unas cucharas antiguas que incluso podían ser de plata – a saber, de donde habrían salido- Arrimaron unas sillas –el que pudo se sentó, el resto comió de pie- y fuimos metiendo las cucharas en la misma olla en un orden bien llevado. El contenido de la olla era unas “papas” flotando en un caldo colorado y acompañadas de unos garbanzos y alubias perdidas entre algo de verdura. ¡Se podía comer! –Para ellos era un plato muy especial- Los críos bebieron agua de un botijo y los mayores pudimos regar las “papas” con unos tragos de vino que le dimos a una bota. Ángel se fumó unos cigarrillos mientras hacíamos el reposo de la comida y nos narraba andanzas suyas por los mercados y de cómo camelaba a las payas para poderles vender. Los críos tenían que regresar a la escuela para cumplir el horario de tarde y dijo para terminar aquel rato ameno:
-La Yurena y yo, vamos a llevar a los churumbeles a la escuela que siempre hay que llevarlos “vigilaos” porque el mayor se escapa y luego nos dicen en la escuela que lo van a disquisijar (despachar) si falta de continuo o se porta mal. ¡Tiene cojones! Me están “tol” tiempo avisando que vaya, que si se ha “pegao”, que no hace “ná”. Me vuelven majara y ellos no quieren ir a la escuela porque los payos les tratan mal, no quieren “ajuntarse” con ellos. Luego, vamos a coger la furgoneta DKW y la Yurena se va a venir conmigo a retirar del muelle de “Transportes Sainz Hnos.” unos bultos de género que me mandan “pa” vender en los mercados. El bató de la Yurena se irá, como siempre, a dar una vuelta y ver los animales que tiene en una cuadra cercana y por la rumí (mujer) no os preocupéis que ya habéis visto que está siempre en la cama, no se levanta y ni come, ni chamulla, ni “ná”. ¡Pronto la diñará! Así que ahí os quedáis solos para que podáis hablar de vuestras cosas y luego pasaré yo a buscarte, Félix. –Ángel, con malicia me guiñó un ojo-
Se marchó todo el mundo y nos quedamos solos. Coral se asomó a la habitación donde tumbada continuaba la mujer gitana. La vio adormecida y tomándome de la mano me pasó a un cuarto de al lado donde pudimos sentarnos encima de una cama y comenzamos a hablar:
-Félix, ¡amor mío! no sabes las ganas que tenía de poder estar a solas los dos un rato y poder desahogarme contigo. ¡Qué soy “mu desgraciá mi arma”! ¡Lo que estoy pasando…! Menos mal que has “venio” para ayudarme, ¡menos mal! Nunca voy a dejar de agradecértelo. En estos momentos es cuando más te necesito mi payo del alma y por eso te llamé. Gracias a que el Ángel me animó “pa” que lo hiciera porque no teníamos a quien recurrir en este suceso tan “complicao”. Nosotros no entendemos de las leyes de los payos y aunque el Ángel anda con ellos por los mercados no tiene los estudios tuyos ni tampoco sabe los pasos que hay que dar.
-Coral, yo de leyes tampoco entiendo nada y por eso me he puesto en contacto con un amigo mío que es abogado para que nos asesore en lo que hay que hacer para reclamar un dinero por la muerte de Amador.
-Te voy a decir, Félix. Dudaba en llamarte porque “coprendía” que lo nuestro estaba como “dormecío” y que si lo hacía te “coprometía” y se podía despertar. Nunca te olvidé y en la manera que yo pude te seguí queriendo con locura. Pensaba mucho en ti porque tú me diste algo ¡payo mío! Me robaste el corazón, “bandío” cuando yo era muy jovencita y te lo entregué pero… por nuestras costumbres me tuve que “ajuntar” con el Amador y cumplir la promesa que mis mayores dieron a su familia, luego vinieron los churumbeles y cada vez me sentí más atada y sin escapatoria posible. ¡Te sigo queriendo amor mío como aquel primer día!
Aquella declaración de amor que Coral me hacía me llenó de satisfacción y escucharla premiaba mi espera de tanto tiempo. Mi contestación no se hizo esperar:
-Y yo a ti, ¡gitana mía!
La abracé y besé sus labios, después la tumbé muy lentamente sobre el lecho y yo me coloqué a su lado. Cuando ella, apasionadamente me besó repetidas veces, la puse encima de mi cuerpo y nos fundimos en un largo abrazo.
El barrio de “La Merced” popularmente conocido como “Katanga” estaba situado a las afueras de Estella, en el margen derecho de la carretera que conduce a Pamplona y muy cercano a las orillas del río Ega. El barrio lo formaban un grupo de edificios de poca altura con unos pisos muy sencillos. Lo habitaban cantidad de gitanos y otras gentes de condición muy humilde. Le apodaban así a raíz de la revuelta y del follón que se había preparado en el Congo, cuando Katanga, una de sus provincias sureñas, declaró su independencia y su enemistad con el entonces actual presidente de la república congoleña Lumumba. Incluso, por entonces, sacaron una canción titulada “¿Qué pasa en el Congo?” Su letra decía, más o menos, así:
-“¿Qué pasa en el Congo…?
Que blanco que pillan lo hacen mondongo.
Lumumba Katanga, Katanga Lumumba
Menuda mandanga que tiene el gachó…”
Cuando Ángel regresó, dejó a Yurena en su casa y Coral se fue a la suya. Montamos en la chatarrosa furgoneta DKW que había sido de color blanco en su juventud y que se caía a trozos. La trasera estaba llena de cachivaches que me imaginé eran para montar el puesto en los mercados y de género como buzos, batas, delantales y ropa interior metidos en cajas de cartón. Le costó arrancar y una vez que lo hizo, siguiendo las indicaciones que Coral nos había dado llegamos al piso de la Emilia en “Katanga. Le preguntamos por el gitano Kilino, a quién, según dijo, conocía del barrio y nos informó de que si se encontraba sin trabajo, estaría por la plaza del barrio reunido con otros gitanos. No tardamos en localizar un grupo de gitanos que sentados en un banco y en animada jerga se fumaban unos cigarros. Ángel se adelantó hacia ellos y les preguntó:
-¿Quien de vosotros es el Kilino?
Uno de los gitanos, flaco, de melena negra y con una cicatriz en la cara se levantó:
-¡Yo soy Kilino! ¿Quién os manda?
-Nos manda la Emilia, pero venimos por el asunto del gitano muerto en accidente en la obra en la que tú también trabajabas. Tú eras amigo del Amador, ¿no? Quieres contarnos ¿qué es lo que pasó para que se matara?
-¡Pues no pasó “ná”! de “revelancia”. Sencillamente que el Amador se presentó borracho como una cuba en la obra y el que estaba al mando de nosotros, un payo, Mariano, le dijo que en esas formas no subiera al andamio a poner ladrillo, que se fuera “pa” su chabola. El Amador no le hizo caso y se quedó sentado un rato en el suelo y nosotros seguimos a nuestro curro. Cuando se espabiló algo, el Mariano le dijo que fuera al bar de la carretera y se bebiera un café solo bien cargado con sal y a ver si se le pasaba. Pero después, de una hora o así, volvió a aparecer en la obra diciendo que había vomitado y que estaba como nuevo y que no se le salía de los cojones el marcharse “pa” su chabola, que necesitaba seguir trabajando porque si no lo hacía le descontarían parné (dinero) de la semana…Así que se subió al andamio, Mariano lo elevó y al rato oímos un grito y vimos como se caía desde el tercer piso. La hostia que se pegó fue de campeonato. Vimos que alentaba y el Mariano avisó a la ambulancia que se lo llevó al hospital. Luego nos dijeron que la había espichaó… A Amador lo conocía de siempre, antes de mas jóvenes íbamos juntos, luego nos distanciamos.
A la mujer de Amador, la conozco poco; sí que la tenía vista por la obra en varias ocasiones que fue buscando a Andrés o a Mariano para pedirles adelantos, porque andaban de parné “mu” mal. El Amador en cuanto cobraba, se gastaba muchas pesetas porque le iba “cantiá” la juerga. En una ocasión que estaba el Amador de baja por enfermedad, vino su mujer a cobrar los días de la semana que había trabajado. Si coincidía con Andrés se entendía con él y si no le dejaba el recado a Mariano que alguna vez también he visto que le daba dinero.
Abandonamos “Katanga” y nos dispusimos a retornar a Estella. Las versiones del accidente, o lo que sabían de él, que nos habían dado las cuatro personas, que de alguna manera se habían visto implicadas en el suceso, coincidían en su mayor parte. A mí me asediaba el presentimiento de que tenía que haber algo más en todo esto. No tenía ningún motivo para dudar de lo que hasta la fecha nos habían contado ni tampoco fundamento para poder sospechar otra cosa, pero no sé el porqué la duda me asaltaba. Además a mí me habían llamado para ayudarles en el tema principal que era ver como estaba la situación laboral de Amador y encontrar la forma de que su familia pudiera recibir una indemnización por el accidente. Lo demás era buscarle el cascabel al gato.
A la mañana siguiente, volví a la sucursal de Telefónica y puse dos conferencias con Logroño: una a mi oficina explicándoles que iba a demorar mi reintegro al despacho por complicaciones surgidas, y la otra, tal como había quedado, a Gutiérrez:
-¿Qué tal “Fati”? ¿Cuándo puedes venir?
-¡Ahora mismo me pongo en viaje, bien “peinao”!
-¿Cómo quieres que quedemos?
-Tú me dirás, conozco muy poco Estella.
-¿Vienes en el autobús?
-Pero qué dices, muchacho. El señor letrado viaja por sus propios medios en su automóvil de turismo, nuevo, marca Seat modelo 600, berlina de dos puertas y motor trasero longitudinal, tracción trasera.
-¡Eres un cachondo “Oliver”, hasta luego!
! Adiós, “Stan”!
A la hora convenida me presenté en la plazoleta de la estación de autobuses sin la compañía de Ángel que se había ido con Yurena a hacer un mercado. Sentado y apoyado en una mesa del bar estaba la oronda figura de Gutiérrez metiéndose para el cuerpo una cazuelita de callos y a su lado, y recostada en el asiento de una silla, una hermosa cartera negra de cuero con ataduras de correas. Dejó de masticar, se limpió con la servilleta de papel y tomando un sorbo de vino tinto, extendió su mano y me saludó:
-¿Qué tal, Félix?
-¡Muy bien, José Mari! ¿Y tú…?
-¡Joder! Que serios nos estamos poniendo que hasta nos tratamos con nuestros nombres de pila. ¡La hostia! –contestó el “Fati” y preguntó:
-¡A ver, bien “peinao”! ¿Qué vas a tomar?
-No me apetece comer nada. Pídeme un café cortado.
Gutiérrez, terminó su ración de callos que comió con avidez; rebaño bien con pan la salsa y apuró el poco el vino que quedaba en su vaso. Quitó las correas que rodeaban a su cartera, abrió su cierre y sacó una carpeta y una pluma estilográfica de tajo de oro. De la carpeta extrajo unos folios y una vez hecho todo esto, me dijo:
-¡Bueno…! Ahora a trabajar. Por teléfono ya me pusiste en antecedentes, pero ahora me lo vas a explicar todo detalladito y luego ya veremos por donde cogemos el toro.
-¡Vamos a ver!, “Fati”, por donde empiezo. Es un poco rollo, pero me has dicho que te lo explique bien detallado. ¡Así que allá voy! El año que me suspendieron la reválida superior y al morir la tía, ¡ya sabes con la que estaba en Logroño a su cargo! tuve que volver al pueblo y permanecer hasta los nuevos exámenes del año siguiente.
Allí conocí a una guapísima gitana, Coral, de la que terminé enamorándome perdidamente. La cosa no fue fácil por el rechazo de nuestras familias y las distintas ideas y costumbres que tenemos, pero ella me aceptó y correspondió. No tenía, entonces, domicilio fijo pues andaba con su familia errante por los pueblos de la comarca de Estella y el podernos ver era todo un poema. A pesar de las dificultades seguimos con nuestro amor. Yo volví a Logroño, aprobé, dejé de estudiar, me puse a trabajar en la oficina y el tiempo fue transcurriendo sin que tuviera, apenas, ninguna noticia de ella, y por supuesto sin podernos ver.
Todo esto no fue obstáculo para que yo siguiera empecinado en mi amor por ella o que la pudiera olvidar. Terminado el servicio militar, en una viaje que hice para visitar a mis padres, me la encontré, casualmente, pidiendo en esta misma estación, cuando yo me disponía a tomar el autobús de regreso a Logroño. Mi sorpresa fue grande, ella se mostró indiferente y como “regalo” me presentó a los dos hijos que había tenido con el gitano al que le habían prometido su familia desde chica y con el que se había casado y que se llamaba, Amador. Éste es el que trabajaba como peón de albañil y el que ha tenido el accidente en la obra, a resultas del cual ha fallecido...
Gutiérrez me interrumpió y pidió, voz en grito, al camarero que atendía la barra:
-¡Otro vino, por favor! Y tú, Félix, ¿Otro café? …Y dame un respiro que me estás dejando sin resuello.
-Yo, no quiero nada más. ¿Sigo?
-¡Sí, sí, sigue…!
-...Al despedirnos le di mi teléfono por si algún día necesitaba, por lo que fuera, ponerse en contacto conmigo. Algún tiempo después recibí en mi oficina la llamada suya contándome que Amador se había matado como consecuencia de un accidente en la obra en la que trabajaba y suplicándome que viniera para acá con el fin de poderle ayudar en el problema que tenía. En estos días me he ido entrevistando con el gerente de la empresa constructora de la obra, que está haciendo el edificio de los pisos, y que había dado una subcontrata para poner ladrillo caravista a un albañil que le solía hacer ayudas. Este albañil no está dado de alta como empresa ni tampoco la gente que lleva a trabajar con él. Es un desastre, ni nóminas ni seguros ni nada. También me he entrevistado con él y con las otras dos personas que estaban con Amador, ese día, realizando el trabajo. Estas dos personas son las únicas que me han asegurado que Amador estaba borracho y que ésa es la causa que originó que se cayera del andamio.
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